La inflación en Argentina obliga a los argentinos a ajustar su dieta
Diego Silva, un destacado carnicero de Buenos Aires, se enfrenta a las graves consecuencias de la inflación que azota su industria. En un país donde la carne ocupa un lugar fundamental en la dieta argentina, los clientes se ven obligados a ajustar sus presupuestos para poder adquirirla, debido al constante aumento de precios que está afectando seriamente el consumo.
Argentina, reconocida como el país del asado, donde se celebra cualquier evento con amigos y familiares disfrutando de una buena parrillada, se posiciona como el principal consumidor mundial de carne bovina, seguido por Uruguay, Estados Unidos, Australia y Brasil.
Sin embargo, se espera que el consumo per cápita, que había aumentado a 52 kg en 2022, caiga este año a alrededor de 46 o 47 kg, cifras similares a las registradas en 2019 y 2020, según explica Miguel Schiariti, presidente de la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes y Derivados (CICCRA).
Diego Silva destaca: «La carne es el alimento más rentable y los argentinos son auténticos carnívoros». No obstante, a pesar de que el precio de la carne había estado aumentando a un ritmo más lento que la inflación general durante este año, diversos factores han contribuido a su encarecimiento. La sequía, por ejemplo, obligó a muchos productores a sobreofertar, ya que el ganado en corral engordaba más rápido.
Un ejemplo concreto es el de la carne molida, uno de los cortes más populares, que ha experimentado un aumento del 39,4% en el mes de agosto, según datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). Otros cortes más selectos también han seguido esta tendencia al alza.
No obstante, tras la devaluación del 20% anunciada el 14 de agosto, posterior a las elecciones primarias previas a los comicios generales del 22 de octubre, los insumos, todos cotizados en dólares, se volvieron más costosos. En tan solo dos semanas, los precios de la carne se elevaron en un 70% y el consumo se desplomó.
Diego Silva, en una entrevista concedida a la AFP en las afueras de su establecimiento en Mataderos, conocido como el histórico «barrio de la carne», comenta: «Las personas con recursos limitados vienen a comprar de forma gradual, día a día». Además, agrega que «la gente está muy atenta a los precios y opta por el pollo y el cerdo».
René Godoy, empleado de un restaurante, muestra su preocupación mientras realiza sus compras semanales en Mataderos. Gastó 20.000 pesos en carne, lo que equivale a aproximadamente 55 dólares. «Es preocupante, un poco aterrador», dice. «Compro para la semana, cada semana, para poder sobrevivir, porque el dinero no alcanza». Además, añade: «Hoy compré esto, pero tal vez el próximo lunes sea más caro».
Miguel Schiariti, de la CICCRA, estima que los precios de la carne seguirán aumentando tanto este año como el próximo. La situación descrita muestra los desafíos que enfrenta Diego Silva, un carnicero en Buenos Aires, debido a la alta inflación y los crecientes precios de la carne. Argentina, siendo un país donde el consumo de carne es fundamental en la dieta, ha experimentado una tasa de inflación mensual y anual alarmante, lo que ha afectado seriamente el poder adquisitivo de los consumidores.
El aumento de precios ha llevado a que los clientes ajusten sus presupuestos y busquen alternativas más económicas, como el pollo y el cerdo. Se espera que el consumo per cápita de carne disminuya este año en comparación con años anteriores. Factores como la sequía y la devaluación de la moneda han contribuido al encarecimiento de la carne.
Los altos precios han llevado a una disminución en la demanda de carne y han obligado a una corrección en el mercado. Los consumidores han tenido que cambiar sus hábitos de compra y reemplazar la carne roja con opciones más asequibles. Esto ha impactado tanto a los carniceros como a los restaurantes, que enfrentan dificultades para mantener sus negocios.
El futuro de los precios de laDiego Silva, un destacado carnicero de Buenos Aires, se enfrenta a las graves consecuencias de la inflación que azota su industria. En un país donde la carne ocupa un lugar fundamental en la dieta argentina, los clientes se ven obligados a ajustar sus presupuestos para poder adquirirla, debido al constante aumento de precios que está afectando seriamente el consumo.
Argentina, reconocida como el país del asado, donde se celebra cualquier evento con amigos y familiares disfrutando de una buena parrillada, se posiciona como el principal consumidor mundial de carne bovina, seguido por Uruguay, Estados Unidos, Australia y Brasil.
Sin embargo, se espera que el consumo per cápita, que había aumentado a 52 kg en 2022, caiga este año a alrededor de 46 o 47 kg, cifras similares a las registradas en 2019 y 2020, según explica Miguel Schiariti, presidente de la Cámara de la Industria y el Comercio de Carnes y Derivados (CICCRA).
Diego Silva destaca: «La carne es el alimento más rentable y los argentinos son auténticos carnívoros». No obstante, a pesar de que el precio de la carne había estado aumentando a un ritmo más lento que la inflación general durante este año, diversos factores han contribuido a su encarecimiento. La sequía, por ejemplo, obligó a muchos productores a sobreofertar, ya que el ganado en corral engordaba más rápido.
Un ejemplo concreto es el de la carne molida, uno de los cortes más populares, que ha experimentado un aumento del 39,4% en el mes de agosto, según datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). Otros cortes más selectos también han seguido esta tendencia al alza.
No obstante, tras la devaluación del 20% anunciada el 14 de agosto, posterior a las elecciones primarias previas a los comicios generales del 22 de octubre, los insumos, todos cotizados en dólares, se volvieron más costosos. En tan solo dos semanas, los precios de la carne se elevaron en un 70% y el consumo se desplomó.
Diego Silva, en una entrevista concedida a la AFP en las afueras de su establecimiento en Mataderos, conocido como el histórico «barrio de la carne», comenta: «Las personas con recursos limitados vienen a comprar de forma gradual, día a día». Además, agrega que «la gente está muy atenta a los precios y opta por el pollo y el cerdo».
René Godoy, empleado de un restaurante, muestra su preocupación mientras realiza sus compras semanales en Mataderos. Gastó 20.000 pesos en carne, lo que equivale a aproximadamente 55 dólares. «Es preocupante, un poco aterrador», dice. «Compro para la semana, cada semana, para poder sobrevivir, porque el dinero no alcanza». Además, añade: «Hoy compré esto, pero tal vez el próximo lunes sea más caro».
Miguel Schiariti, de la CICCRA, estima que los precios de la carne seguirán aumentando tanto este año como el próximo. La situación descrita muestra los desafíos que enfrenta Diego Silva, un carnicero en Buenos Aires, debido a la alta inflación y los crecientes precios de la carne. Argentina, siendo un país donde el consumo de carne es fundamental en la dieta, ha experimentado una tasa de inflación mensual y anual alarmante, lo que ha afectado seriamente el poder adquisitivo de los consumidores.
El aumento de precios ha llevado a que los clientes ajusten sus presupuestos y busquen alternativas más económicas, como el pollo y el cerdo. Se espera que el consumo per cápita de carne disminuya este año en comparación con años anteriores. Factores como la sequía y la devaluación de la moneda han contribuido al encarecimiento de la carne.
Los altos precios han llevado a una disminución en la demanda de carne y han obligado a una corrección en el mercado. Los consumidores han tenido que cambiar sus hábitos de compra y reemplazar la carne roja con opciones más asequibles. Esto ha impactado tanto a los carniceros como a los restaurantes, que enfrentan dificultades para mantener sus negocios.