Internacionales

La huelga del sindicato automotriz en EE.UU. se extiende una vez más

El coloso de la industria automotriz en Estados Unidos, General Motors (GM), se encuentra inmerso en una poderosa ola de huelgas que se extiende con ímpetu y determinación. El sindicato United Auto Workers (UAW), enarbolando las demandas de los trabajadores, exige una justa compensación en vista de las impresionantes ganancias obtenidas por la compañía.

Desde que resonó por primera vez el eco de la protesta, casi seis semanas han transcurrido y ahora la huelga ha llegado a la planta de ensamblaje de GM en Arlington, Texas, dejando a su paso una estela de más de 5.000 trabajadores afectados. ¿Cuál es la razón detrás de esta nueva etapa de la lucha? Los resultados financieros de GM en el tercer trimestre del año, que han superado ampliamente todas las expectativas.

En su constante búsqueda de salarios acordes con la rentabilidad de las empresas automotrices, la UAW ha puesto en su punto de mira a los gigantes del sector: GM, Ford y Stellantis. El informe de GM revela un rotundo triunfo, con una ganancia neta por acción de 2,28 dólares en el tercer trimestre, dejando atónitos a los analistas. Aunque la ganancia neta ha experimentado un ligero descenso del 7,3% en comparación interanual, alcanzando los 3.060 millones de dólares, la facturación ha ascendido a una imponente cifra de 44.130 millones de dólares, un incremento significativo del 5,4%.

Con convicción y determinación, el enérgico presidente de la UAW, Shawn Fain, ha afirmado que las ganancias récord de GM deben reflejarse en contratos récord para los trabajadores. En esta ocasión, la huelga ha golpeado con fuerza a la planta más importante y lucrativa de GM, una medida que no ha pasado desapercibida para la empresa. GM, entre la decepción y el desdén, ha catalogado esta escalada de la protesta como inútil e irresponsable, advirtiendo sobre las consecuencias negativas que acarrea para la calidad de vida de sus empleados, así como para sus concesionarios, proveedores y las comunidades que dependen de su actividad económica.

Pero GM no está sola en esta titánica lucha. La huelga también ha alcanzado una fábrica de camionetas RAM perteneciente a Stellantis, su acérrima competidora. Allí, 6.800 trabajadores se han sumado a la suspensión de labores, sumergiéndose en la marea de inconformidad que se extiende por todo el país. En total, más de 45.000 miembros de la UAW se encuentran en huelga, paralizando ocho plantas de ensamblaje y 38 centros de distribución de autopartes en 22 estados de esta nación motorizada.

Mientras las fábricas permanecen en silencio y las máquinas se detienen, las partes involucradas continúan las negociaciones en busca de un acuerdo que abarque los próximos cuatro años. Los temas en discusión son de vital importancia: pensiones que aseguren un futuro digno para los trabajadores y medidas para ajustar los ingresos al constante vaivén del costo de vida. A medida que la tensión aumenta y las esperanzas y demandas se entrelazan, el destino del sector automotriz estadounidense pende en el aire, a la espera de un desenlace que defina, en última instancia, el equilibrio entre los intereses de las poderosas compañías y la justicia para aquellos que son el motor detrás de su éxito.

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