Sepa cómo los prisioneros crearon una radio en las narices de los nazis
Con piezas tomadas de las fábricas donde trabajaban, los presos de Buchenwald construyeron una radio, a pesar de los riesgos que podrían correr debido a que toda maquinaria era prohibida para ellos.
Lev Drapkin, electricista de profesión, y Alexandr Lisenko fueron el alma de todo el asunto. La primera versión del dispositivo construido en enero de 1943 no funcionaba: solo hacía ruido.
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Pronto consiguieron establecer contactos con otros prisioneros de confianza que sabían sobre el cableado de la radio: el soviético Viacheslav Zhelezniakóv, un parisino Julien y el polaco Edmund Damazin, ingeniero de radio de formación, que trabajó en Buchenwald en una brigada de electricistas.
El segundo dispositivo resultó ser más exitoso. Recibía emisoras de radio de Moscú y Londres. Sin embargo, fue desmontado porque estaba mal camuflado y podía ser detectado por los guardias del campo.
Entonces, en julio de 1943, los prisioneros diseñaron la tercera versión que escondieron en el fondo de un cubo de doble fondo. Echaron betún en la parte superior y pusieron una tapa con un cepillo de zapatos. Estas cubetas eran una cosa común en las viviendas, ya que los prisioneros tenían que limpiar sus botas regularmente.
La radio daba a los prisioneros la oportunidad de escuchar los informes de la Oficina de Información Soviética que eran grabados y distribuidos dentro del campo.
Al principio, todo estaba bien, pero en algún momento alguien les advirtió a los vigilantes del campo.
“El cubo estaba inocentemente junto a la puerta, sin llamar la atención de nadie. Todo un escuadrón de las SS daba vueltas por la celda, arrancando colchones, rasgando el revestimiento de las paredes, abriendo las tablas del suelo, tirando la vajilla del armario, mientras los prisioneros permanecían en el patio, sin atreverse a mover el cubo ni a cubrirlo con nada”, recordó Zhelezniakóv.
Tras evitar la pena de muerte, los presos decidieron trasladar el cubo a un lugar más seguro: la pocilga.
Según Zhelezniakóv, estaba alejada de los bloques de viviendas y rara vez era visitada por alguien. Allí la radio funcionó hasta el día de la liberación.
En la primavera de 1945, un grupo de prisioneros, entre los que se encontraban Damazin y Drapkin, consiguió construir un transmisor de radio que los miembros de la resistencia clandestina llamaron La Voz de Buchenwald.
El 8 de abril, enviaron señales SOS al aire con la petición: “A los aliados. Al Ejército del general Patton. Este es el campo de concentración de Buchenwald. SOS. Pedimos ayuda. Quieren evacuarnos. La SS quiere destruirnos”. El texto se repitió varias veces en inglés, ruso y alemán.
Al poco tiempo se recibió la respuesta: “Campo de concentración de Buchenwald. Aguanta. Nos apresuramos a socorrerle. Mando del Tercer Ejército”.
Mientras tanto, los prisioneros lanzaron un levantamiento que tuvo éxito. El 11 de abril, el destacamento de avanzada del Tercer Ejército estadounidense entró en Buchenwald.
El campo de concentración de Buchenwald fue establecido cerca de la ciudad alemana de Weimar en julio de 1937. El objetivo de la instalación era retener a judíos, eslavos, personas que padecían enfermedades mentales o estaban aquejados de minusvalías físicas, prisioneros políticos, criminales y homosexuales llegados de toda Europa y de la URSS.
Este centro fue el lugar de cautiverio de cerca de 250.000 personas, de las cuales 56.000 no sobrevivieron. Una de las causas de muerte más comunes era la llamada exterminación por medio del trabajo: los prisioneros trabajaban sin descanso en condiciones infrahumanas y, en muchos casos, totalmente desnutridos.
Con información de Sputniknews.