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¿Qué le espera a la economía venezolana este 2021?

La economía venezolana lejos de estabilizarse parece agravarse con cada día que pasa, en medio de la hiperinflación, la devaluación diaria, la falta de control de precios y políticas acertadas.

El Fondo Monetario Internacional en su informe de perspectivas, designa nuevamente a Venezuela como el país con más grave inflación en 2021. Más de 6000 puntos porcentuales distan mucho del segundo país emproblemado, Sudán, al que le vaticinan 103 por ciento.

La brecha comparativa entre países, se queda corta si se traslada a lo que viven los venezolanos, puertas adentro. Vive “sin problemas” un 8 por ciento, pero 92 de cada 100 habitantes de esta nación está inmersa en pobreza. De ese universo, 80 por ciento está en la banda de la miseria.

Por ahora el régimen está de fiesta pero despertará a una pesadilla

De pompa en pompa ha estrenado el régimen el 2021, con alarde de renovado poder político tras la instalación de su propia Asamblea Nacional y la confianza en que la aplicación de la Ley Antibloqueo, le llevará a conseguir los recursos necesarios para reflotar la economía.

Mientras tanto, cómo se esfuma el bolívar con el que aún se paga la mayoría de los salarios, y cómo en la vida real, el de la calle, la inflación es también en dólares; explica fidedignamente cómo un maestro ya no podrá dedicarse a dar clases, cómo una enfermera ya no puede ir a su heroica labor, y hasta cómo prolifera la búsqueda de comida entre la basura.

La Asamblea Nacional electa en el cuestionado proceso del 6 de diciembre de 2020, arrancó con bríos “patrióticos” de unidad política respecto del Esequibo. También con una nueva “iniciativa de diálogo y pacificación”. Y, claro, con hambre de vengarse de los diputados electos en 2015.

No es nuevo el libreto. Los diputados de la verdadera oposición serán hallados culpables de la ruina más absoluta de Venezuela, mientras Maduro y Jorge Rodríguez, cabezas del Ejecutivo y Legislativo rojitos, jugarán a ser héroes de la paz y la unidad nacional.

Pero nadie está resolviendo el problema de la ruina, el hambre, la enfermedad cuya atención no se puede costear, el caos de la falta de gas, la penuria por los apagones, el recrudecimiento de la criminalidad, y cuánto más, que explica el rebrote del éxodo de connacionales.

Entonces, puertas adentro, hay que ponderar la dimensión de la miseria y su potencial detonante de fortísimas protestas en 2021.

El régimen, ya señalado mundialmente como perpetrador de crímenes contra los derechos humanos, deberá escoger el modo de responder a esas protestas, entre la reincidencia de la criminal represión, o la apertura de una válvula nueva que alivie tanta presión por el inicio de un proceso cierto de cambio político.

No se olvide que si es cierto que los liderazgos opositores lucen desgastados al inicio de
2021, Nicolás Maduro, por más “pavoneo” de hombre fuerte que exhiba con su nueva Asamblea Nacional, sigue siendo rechazado por más del 80 por ciento de los ciudadanos, que además le acusan, sin empacho, de ser el culpable de la mísera condición de vida que sufre la población.

Luego, puertas afuera, el rebrote del éxodo, retratado en la caravana de familias caminantes desde cualquier punto cardinal de Venezuela, por las carreteras, buscando la línea fronteriza; también lleva el problema regional migratorio por la catástrofe humanitaria local, a niveles que pueden detonar una inédita, por más fuerte que nunca, presión internacional para la solución política de la que depende en gran medida la “vuelta a la patria” de más de 5 millones de personas.

Los fallidos diálogos

En 2014, luego que las protestas ciudadanas fueron respondidas por el régimen con brutal violencia, tras una reunión en el Palacio de Miraflores con la oposición, Nicolás Maduro emprendió un gran diálogo nacional por la economía. Fracasó.

Y se debe recordar que en ese año, la molestia ciudadana se refería al alto costo de la vida y al incipiente fenómeno de las colas que se hacían para poder adquirir algunos de los productos de la dieta básica que comenzaban a escasear.

Apenas iba tomando fuerza lo que luego sería una crisis humanitaria, y la verdad es que si había diáspora venezolana regada por el mundo, ni de asomo se podría comparar con la dimensión que tiene en este 2021. Realmente no comportaba aún un problema migratorio serio.

Otro hito importante lo encontramos en 2018, el año en que Nicolás Maduro ya se había “consagrado” a ganar su cacareada “guerra económica” y en el que hizo una corrección monetaria consistente en quitarle 5 ceros al bolívar. El año en el que la revolución parió a su “bolívar soberano”.

De ese tiempo vale recordar una cadena nacional de radio y televisión en la que hasta los ministros del área económica del régimen, no podían ocultar su asombro con lo que escuchaban decir a Nicolás Maduro.

Habló en esa fecha también del aumento del precio de la gasolina para acabar con la escasez que achacaba a un plan ideado por el gobierno de Colombia para sacarle a Venezuela todo su combustible vía contrabando y derrocar al “gobierno bolivariano de Venezuela”.

El colmo fue escuchar a Maduro decir que él, el mismísimo Nicolas, había confeccionado un programa de corrección, que vencía todas las leyes de la teoría económica, que era
verdaderamente un milagro, y que por eso estaba recibiendo felicitaciones del mundo entero. Claro está, fracasó de nuevo y de manera más vergonzosa.

¿Quiénes pueden auxiliar al régimen para reflotar la economía venezolana?

Ahora, embarrado hasta la nariz y a punto de ahogarse, el régimen si acaso puede apostarle algo al “oxígeno financiero” que pudieran brindarle algunos países a los que, desde la más absoluta crisis, ha tenido que prometer y entregar todas las riquezas nacionales que ni siquiera, por falta de dinero, puede ya explotar.

Pero China hace tiempo que modera sus inyecciones de capital en una Venezuela atenazada por un régimen que no tiene seguridad jurídica internacional y que está enlodado por fuertes expedientes de corrupción y crímenes contra los derechos humanos.

Rusia, que acaba de enviar un mensaje de apoyo político a la Asamblea Nacional afín a Nicolás Maduro, tiene sus propios y muy graves ptoblemas económicos, como para hacerse protagonista estelar de una inversión que rondaría los 30.000 millones de dólares para reflotar la economía venezolana.

Irán, desde donde han venido tanqueros llenos de gasolina para equilibrar la terapia intensiva en que respecto de ese problema se encuentra Venezuela, aspirará a sus cargamentos de oro y a “pintarle una paloma” desde estas aguas a su archienemigo Estados Unidos, pero difícilmente podrá encargarse de lo que Nicolás Maduro no puede lograr.

La remota posibilidad de que el dinero robado sea invertido en la salvación del régimen

Solo queda, según analistas políticos y financieros de lo ocurrido en Venezuela durante los últimos 22 años, el botín expoliado al tesoro nacional, calculado en más de un millón de millones de dólares y al menos medio millón de millones más.

Pero si, como se advierte, frente a las posibilidades de comprar el país a precio de gallina flaca, ese botín puede dar paso a la instauración de una nueva clase de magnates, la de los testaferros y enchufados, además contando con las bondades del secretismo que les ofrece la “milagrosa ley antibloqueo”, ¿puede alguien imaginar que aquel dinero que se le robó al pueblo, vuelva para solucionar los problemas al pueblo?

Lo cierto es que mientras el régimen despierta de su bacanal por la instalación de su propia Asamblea Nacional, al margen de lo difícil que es enfrentar los tiempos de la pandemia por el coronavirus, las familias venezolanas, víctimas reales del problema, saben que algo se tendrá que hacer, porque así no es inviable la vida en Venezuela.

La detonación de la más grande protesta social en Venezuela, también dependerá de la recuperacion de los niveles de confianza del liderazgo político opositor, la superación de sus divisiones, y la capacidad de sintonizar con la ciudadanía y sus motivos reales para salir del régimen.

Por ahora, la comunidad internacional de mayor valía política y económica para la recuperación de Venezuela, sigue rechazando a Maduro y a las instancias de Estado que artificiosamente le sirven de escudo. Las puntas del cable, la externa y la interna, de unirse en un solo plan, pueden generar la energía necesaria para sacar al régimen de su aparente estado de confort.

De ocurrir la citada conexión, si Nicolás Maduro no ha encontrado en su barra de nuevos socios el dinero necesario, y si del botín expoliado al tesoro nacional solo se arriesgaron migajas y nada drenó para resolver el problema de la pobreza y la miseria que aumenta la cifra de la diáspora, entonces pronto el régimen se hallará entre la espada y la pared: o se hace a un lado, o perpetra un genocidio que a su vez sería su propio fin.

 

Con información de Caraota Digital

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