Mueren tres personas arrolladas en Trujillo
En el pintoresco municipio de Monte Carmelo, en las entrañas del estado Trujillo, se desencadenó un fatídico episodio en las horas vespertinas del domingo 20 de agosto. A escasos metros del imponente Peaje de Buena Vista, la tragedia envolvió a toda la región en un lúgubre manto de luto. Un conductor, presuntamente dominado por los efectos embriagadores del alcohol, arrolló a cinco personas, cobrándose la vida de tres inocentes seres humanos.
Entre las víctimas de esta cruel jornada se encontraba Mileida Coromoto Padilla, una mujer de 43 años de edad. En un cruel capricho del destino, Mileida fungía como abuela de una adolescente de apenas 14 años y un tierno infante de dos añitos, quienes también encontraron su trágico destino en este fatídico incidente. El pesar y la incredulidad se convirtieron en un abismo de dolor que se extendió por toda la comunidad trujillana.
La conmoción y la ira se apoderaron de la comunidad, llevando a un clamor unánime por justicia. La influencia inebriante del alcohol sobre el conductor responsable de esta tragedia condujo a las autoridades a tomar medidas drásticas para salvaguardar su integridad física, ante las amenazas latentes que se cernían sobre él. Sin embargo, la situación se tornó caótica y las fuerzas del orden se vieron obligadas a solicitar refuerzos, ya que algunos ciudadanos, consumidos por la indignación, desataron su furia sobre las instalaciones del peaje, manifestando de manera tangible su frustración ante el deplorable estado de las vías y la ausencia de iluminación pública a lo largo de la carretera panamericana.
El destino implacable no permitió más víctimas en su despiadada embestida. Los heridos, en un afán por sobrevivir, fueron rápidamente trasladados a un centro de salud, donde se libra una denodada batalla por preservar sus vidas y brindarles la atención necesaria en medio de la angustia y el padecimiento. Mientras tanto, el responsable, aquel que ha sacudido los cimientos de la sociedad trujillana con su imprudencia, se encuentra bajo la custodia de los valerosos funcionarios del Cuerpo de Policía del estado Trujillo. Estos no escatimarán esfuerzos en llevar a cabo una exhaustiva investigación que arroje luz sobre los hechos y haga justicia en nombre de aquellos cuyas vidas se han visto truncadas en un abrir y cerrar de ojos.
La sombra de la desolación cubre ahora a Trujillo, una tierra que se debate entre el dolor y la impotencia. Sus habitantes, en medio del pesar, abrazan el recuerdo de aquellos que han partido demasiado pronto, alzando sus voces y clamando por un mundo en el que tragedias como esta sean solo un oscuro recuerdo del pasado.