Escándalo en Dubái: Estudiante estadounidense sentenciada a un año de prisión por un contacto con una oficial de aduana
Elizabeth Polanco De Los Santos, una prometedora estudiante de 21 años del prestigioso Lehman College en la bulliciosa ciudad de Nueva York, se encuentra en el epicentro de un escándalo que ha resonado en todo el planeta, generando una intensa indignación y preocupación a nivel mundial. Esta joven, cuya vida se ve truncada por una serie de acontecimientos desafortunados, ha sido condenada a un año de privación de libertad en los Emiratos Árabes Unidos por lo que muchos considerarían un incidente insignificante.
La tragedia se desplegó cuando Elizabeth y una íntima amiga, envueltas en el abrazo de la aventura, decidieron hacer una escala fugaz de diez horas en la deslumbrante urbe de Dubái, mientras emprendían su retorno a Nueva York tras una experiencia mágica en los encantos de Estambul. Sin embargo, lo que debería haber sido un breve respiro en ese viaje agotador se transformó en una auténtica pesadilla para Elizabeth, sumiéndola en la vorágine de una tormenta inesperada.
Al someterse a los rigores del control de seguridad en el aeropuerto, Elizabeth se vio compelida a deshacerse de un corsé que llevaba consigo, debido a una delicada cirugía a la que había sido sometida recientemente. Cumpliendo con la solicitud de los oficiales, la joven se adentró en un mar de angustia. El equipo encargado de la revisión, en un acto de indolencia, hirió sin querer las cicatrices que aún se encontraban en proceso de curación, provocando un dolor innecesario.
Pero la desgracia no terminó ahí. Las empleadas, con su crueldad injustificada, se burlaron de Elizabeth y le negaron el apoyo para recolocarse el incómodo corsé, plagado de alfileres que dificultaban su ajuste. La situación alcanzó un punto crítico cuando, sumida en la incomodidad y el miedo, Elizabeth, con gesto suave y tierno, rozó el brazo de una de las empleadas en busca de ayuda, mientras sus lágrimas desesperadas fluían, buscando consuelo en la presencia de su fiel amiga.
“Rozando con ternura su brazo, traté de guiarla fuera de mi camino, solo para terminar sumida en un mar de lágrimas, implorando ayuda a mi compañera”, relató Elizabeth con la voz entrecortada por la emoción.
Sin previo aviso, los oficiales presentes declararon a Elizabeth bajo arresto por “agredir a una oficial de aduanas”. La joven fue confinada en una sala de interrogatorios durante horas interminables, mientras las empleadas presentaban una denuncia en su contra. Elizabeth se vio prisionera, sin poder abandonar aquel recinto opresivo hasta que, bajo una presión abrumadora, estampó su firma en un formulario redactado en una lengua extranjera y desconocida para ella: el árabe.
Cuando llegó el momento de emprender su vuelo de regreso a Nueva York, Elizabeth recibió la devastadora noticia de que se le había impuesto una prohibición de viajar, condenándola a un exilio involuntario en los dominios de los Emiratos Árabes Unidos, mientras los cargos en su contra se sometían a un tortuoso proceso de resolución.
Durante semanas interminables, Elizabeth se vio atrapada en un torbellino de incertidumbre, alojada en hoteles que, irónicamente, se convirtieron en su prisión dorada. Además de lidiar con la agotadora espera, la joven estudiante se encontró con una montaña de gastos inesperados y abrumadores.