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“Deseaba morir”: el relato de un sacerdote ucraniano torturado por rezar sin permiso de los rusos

Bohdan Galeta antes y después de su detención.

“Hubo momentos en los que deseaba la muerte”, así pueden sintetizarse los días de Bohdan Galeta, un sacerdote ucraniano de la Congregación Redentorista, que fue detenido por las tropas rusas y brutalmente torturado, una metodología habitual del Kremlin, durante un año y medio. Además de su crudo relato, el padre contó cómo es un centro de aislamiento ruso y la misión que cree que Dios le asignó en su peor momento.

La guerra comenzó el 24 de febrero de 2022. En ese momento, Bohdan se encontraba, junto a otro padre, Ivan Levitskyi, en Berdiansk, una ciudad costera ubicada en la zona de Zaporizhzhia. La historia fue contada a Infobae por Galeta, pero se trata del sufrimiento de ambos.

“Desde 2014 —NdR: cuando Rusia anexó Crimea— había una sensación de que algo así ocurriría, aunque no sabíamos cuándo. Siempre tuvimos la impresión de que Rusia intentaría unir esa franja terrestre con Crimea”, contextualizó. Tras la ocupación, la vida en la ciudad comenzó a ser “tensa y peligrosa”. “Siempre temíamos que en cualquier momento nos detuvieran”, relató. Nueve meses después ese miedo se hizo realidad.

Antes de ser arrestados, ambos continuaban con su servicio sacerdotal, rezando y recibiendo a los refugiados que llegaban desde Mariúpol y Melitópol. “Durante ese tiempo los rusos no nos tocaron, pero sabíamos que nos vigilaban mientras seguíamos con nuestro servicio”, explicó.

El 16 de noviembre de 2022 todo cambió y ambos fueron detenidos. El primero en ser arrestado fue Iván, quien fue capturado mientras rezaba con la gente en el centro de la ciudad. Bohdan, por otro lado, estaba en la iglesia. Sobre ese momento, relató: “Dos soldados enmascarados y armados entraron y me informaron que necesitaban verificar mis documentos, y que debía acompañarlos al departamento central del centro de detención de la policía”.

En ese momento, los acusaron de rezar con la gente sin permiso y alegaron que era necesario contar con un aval para eso, puesto que lo consideraban propaganda. También justificaron la detención con el hecho de haber hallado literatura en ucraniano. “Algo común en cualquier hogar donde vivían ucranianos”, aclaró Galeta entre risas por lo absurdo del argumento.

Tres centros destinos de detención, la condena y las torturas

Conforme avanzaba la acusación en contra de ambos sacerdotes, eran trasladados de los centros de detención. Así, llegaron a pasar por tres de estos lugares. “Estuvimos alrededor de nueve meses en Berdiansk, en el centro de detención y en la colonia, antes de ser trasladados a la colonia de Gorlivka, en la llamada RPD (República Popular de Donetsk), donde solo había prisioneros de guerra”, contó el padre.

Para ellos, “fueron tiempos difíciles”, en los que sufrieron abusos tanto físicos como psicológicos. En el primer lugar de arresto, no los tocaban, pero todo cambió tras la condena.

El tribunal ruso lo encontró culpable de cometer actos terroristas. “Este investigador afirmó que yo estuve presente durante la búsqueda en la iglesia cuando encontraron las armas. Me negué a firmar el documento que lo certificaba. Entonces, el investigador me amenazó con una condena de 25 años de prisión”, relató. De hecho, este es un accionar habitual de las fuerzas del Kremlin, armar causas judiciales contra sus detenidos bajo los cargos de “terrorismo”, “espionaje” o “propaganda” pro-ucraniana.

Desde ese momento, ambos llegaron a Gorlivka, donde la violencia física escaló. “Otros prisioneros de guerra que habían estado detenidos en Rusia y Bielorrusia decían que, en comparación con sus colonias, la nuestra era como un jardín de infantes. Pero para mí, lo que viví allí ya era demasiado”, relató.

En esa línea, recordó que los demás prisioneros les comentaban que “en esa colonia aún se podía sobrevivir, mientras que en otras no se salía con vida”.

El día a día allí era complejo. En algunos casos, hasta estaban organizados los momentos de maltratos y torturas. “Nos golpeaban con palos, a mano limpia, con los pies, e incluso nos electrocutaban”, dijo Galeta y luego agregó, a modo de ejemplo, que, para ir a comer, corrían entre dos filas de las fuerzas especiales, y mientras lo hacían, ellos los golpeaban”. También se los convocaba a participar de otro tipo de “actividades”, que no quiso precisar.

“El miedo siempre estuvo presente, pero nunca hubo pánico. En esa atmósfera de muerte y terror, siempre anhelaba paz”, reflexionó Galeta y agregó: “Hubo momentos en los que deseaba la muerte, quería morir para que todo terminara de una vez y encontrar la paz. Anhelaba estar con mi Salvador”.

“A veces, cuando me llevaban a los interrogatorios, deseaba que me golpearan tan fuerte que no me pudiera levantar más y me enviaran al otro mundo. Pero ellos no golpeaban de esa manera, lo hacían para que la persona no muriera, sino que viviera y sufriera. Querían torturar el cuerpo”, sumó.

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