ABC advierte regreso de Edmundo González a Venezuela: Maduro te va a volar el avión
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El día de la toma de posesión Edmundo estuvo en Rep. Dominicana rodeado de una docena de expresidentes democráticos – EFE
EI nuevo año llega como metáfora de un tiempo nuevo para los venezolanos. Es 3 de enero de un invierno templado en Madrid. Restan siete días para que la Asamblea Nacional de Venezuela acoja el acto de toma de posesión del nuevo presidente de la República.
En Madrid, el líder opositor, el diplomático de 75 años Edmundo González Urrutia, va a subirse a un avión comercial para cruzar el Atlántico de vuelta a América. El viaje de ida había sido casi cuatro meses atrás, cuando un avión de la Fuerza Aérea Española lo trasladó a la capital, Madrid, ante los mensajes del régimen de Nicolás Maduro: advertencias explícitas de persecución política y amenazas implícitas de muerte. González Urrutia había conseguido algo que no estaba en los planes de los sucesores de Hugo Chávez: ganar sobradamente unas elecciones y proclamar la victoria al mundo. No lo habían previsto porque un error de cálculo les llevó a pensar que, neutralizada la candidata natural de la oposición, María Corina Machado, ese septuagenario de buenas maneras, ánimo pausado, escaso carisma e ideas claras no sería capaz de movilizar al pueblo venezolano. Se equivocaron.
Cuando Edmundo González se sube al avión en Madrid ese 3 de enero su objetivo es acudir a la toma de posesión, a su toma de posesión. Eso es, al menos, lo que dice una y otra vez en público y en privado; pero en los foros europeos donde ha tomado la palabra ha anidado el escepticismo. Ocho personas le acompañan en ese viaje: su esposa, Mercedes López de González; el exalcalde de Caracas Antonio Ledezma y su mujer, Mitzi; un par de exembajadores de Juan Guaidó en Europa y tres colaboradores. Todos ellos cruzan el charco hacia Buenos Aires, punto de inicio de una gira americana cuyos destinos aún no son conocidos, aunque la opinión pública pregunta una y otra vez por Washington. Le espera el presidente Milei, una de las voces más críticas de Hispanoamérica con «los zurdos» en general y el chavismo en particular.
Milei lo recibe en la Casa Rosada. A Edmundo, que fue embajador en Buenos Aires a comienzos de siglo, le llama la atención que sobre la mesa hay una motosierra, símbolo de los planes del anfitrión para redimensionar el sector público. En Argentina viven aproximadamente 400.000 venezolanos, muchos de los cuales acuden a la plaza de Mayo. La multitud corea «libertad, libertad». Edmundo sonríe con energía. «Presidente, presidente». Levanta el brazo y saluda. Milei lo arropa. Es un baño de multitudes desde el balcón presidencial en una escena que se repetirá en los próximos días, como había sucedido semanas atrás en la Puerta del Sol de Madrid junto a la presidenta regional, Isabel Díaz Ayuso. No, en cambio, con el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, que se limitó a recibirlo en La Moncloa, dar un paseo privado y no reconocer su victoria electoral. Sí lo hicieron los expresidentes Felipe González, José María Aznar y Mariano Rajoy; también el líder de la oposición en España, Alberto Núñez Feijóo, y Santiago Abascal, jefe del partido hermano de Milei. Y lo más importante: el Parlamento español reconoció la victoria en las elecciones del 28 de julio pese a la oposición de los partidos de la coalición de Gobierno (PSOE y Sumar, además de sus socios de izquierda, ERC, Bildu y Podemos).
Milei habla como sólo él sabe hacerlo. La diáspora clama por el presidente electo en un movimiento que fluirá de sur a norte en las próximas semanas. Pero la atención sigue en Washington y en Caracas: ¿será capaz González de llegar a la Casa Blanca y, finalmente, al palacio de Miraflores? Quedan seis días.
La segunda parada es Montevideo, donde lo acoge el presidente Lacalle. Edmundo pregunta por la salud de Pepe Mujica, el popular expresidente uruguayo que le ha brindado su apoyo desde la izquierda latinoamericana. No será el único, aunque no todos serán tan claros: ni Lula en Brasil, ni Petro en Colombia. El que sí se moja es Boric en Chile, aunque no tanto como para recibir a Edmundo. Con Lacalle habla de su padre, que también fue presidente uruguayo. Y, de nuevo, la diáspora, porque el equipo de Edmundo quiere dar su apoyo a los venezolanos que han tenido que huir. No sólo eso.
Realizan un inventario de talento exiliado: músicos, médicos, ingenieros, jóvenes familiarizados con la inteligencia artificial… Todos deberán tener la oportunidad de volver a casa y conviene tenerlos cartografiados. A 8.478 kilómetros al norte, en Washington, empieza a nevar profusamente. Hay que despegar o el avión comercial de Edmundo no aterrizará en la capital del mundo libre.
Tras diez horas de sur a norte, Edmundo es recibido por Joe Biden en la Casa Blanca. Es el presidente saliente, pero es importante por un doble motivo. Aunque Biden lo ratifica como el ganador de las elecciones presidenciales de Venezuela, hay un problema: los círculos del presidente electo, Donald Trump, han percibido a Edmundo y a María Corina demasiado cerca de los demócratas. Y recelan.
González Urrutia también acude a la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA) para ver a Luis Almagro y, bajo una inmensa nevada, saluda a la diáspora. Edmundo observa que empiezan a repetirse escenas que ya vio en la Puerta del Sol y en la plaza de Mayo: «Eres nuestra última esperanza». La frase se repite, pero hay más sensaciones que Edmundo tardará aún en relacionar.
Las actas electorales
La cuarta estación de la gira americana es la ciudad de Panamá. El presidente José Raúl Mulino lo recibe con honores de jefe de Estado. Panamá no olvida el papel de Venezuela en su proceso de independencia. Es un país pequeño pero importante: une el este y el oeste a través del Canal y el norte y el sur en su aeropuerto internacional. Allí empieza a fraguarse un movimiento relevante en esta historia: diez expresidentes de América Latina se suman al movimiento por la libertad en Venezuela, entre ellos Andrés Pastrana, Vicente Fox, Laura Chinchilla, Felipe Calderón, Jorge Tuto Quiroga, Jamil Mahuad, Miguel Ángel Rodríguez, Mireya Moscoso, e Hipólito Mejía. Es simbólico. Y de nuevo la diáspora, esta vez en un acto multitudinario que evidencia el fervor y la esperanza de quienes anhelan el retorno de la democracia a su país. Un detalle relevante es la presencia, bajo resguardo en el Banco Central de Panamá, de las actas electorales que tratan de certificar su victoria el 28 de julio. En Caracas, mientras tanto, Maduro se niega a mostrar pruebas de una victoria electoral que, sin embargo, proclama desde las instituciones.
La comitiva viaja a República Dominicana. De nuevo los honores, esta vez por el presidente Luis Abinader y por la Asamblea Nacional. Irrumpe Leopoldo López, uno de los rostros más internacionales de la lucha antichavista. Ha sido invitado personalmente por González Urrutia en una imagen que trata de mostrar la unidad de la oposición democrática venezolana, aunque la realidad es otra. Amanece el 10 de enero, fecha prevista para el desembarco de Normandía del antichavismo. Maduro lo tiene todo preparado para su proclamación. Edmundo no quiere que le roben y está dispuesto a acudir. Se ha comprometido.
Caracas es un hervidero de manifestantes. María Corina sale de su reclusión tras meses escondiéndose de los espías chavistas. Recorre las calles gritando libertad hasta que la cazan. Edmundo no está. Los expresidentes lo han persuadido: «No vayas a Caracas, Maduro te va a volar el avión». En España, ABC ha contado que el Gobierno español da por hecho que no acudirá: «No tenemos noticias y necesita algún tipo de cobertura internacional». Y Edmundo no acude mientras el chavismo secuestra a María Corina. Lo hacen con violencia, atrapándola desde un vehículo en movimiento. Le lesionan una costilla, y desaparece. Error de Maduro: ha despertado a la bestia.
Con información de ABC