Política

¿Qué gana y qué pierde Nicolás Maduro con la salida de Edmundo González a España?

Nicolás Maduro y Edmundo González

Nicolás Maduro y Edmundo González

Venezuela parece abrir un nuevo capítulo de su crisis con el exilio de Edmundo González Urrutia, quien desafió al presidente Nicolás Maduro como candidato de una oposición que asegura haber triunfado en las urnas.

González viajó el fin de semana a España y recibió asilo político allí después que las autoridades venezolanas lo acusaran de sabotaje y otros delitos que él rechaza, y un juez emitiera una orden de captura en su contra.

Casi en simultáneo, el gobierno de Maduro revocó su consentimiento para que Brasil custodie la embajada de Argentina en Caracas, donde hay seis opositores refugiados, y fuerzas de seguridad llegaron a rodear temporalmente la sede diplomática.

Algunos tomaron todo esto como un portazo definitivo de Maduro a cualquier posibilidad de negociar una salida a la crisis abierta tras las elecciones del 28 de julio donde las autoridades electorales lo dieron como ganador, aunque la oposición cuestiona esos resultados.

Tamara Taraciuk, una experta en Venezuela que dirige el programa de Estado de Derecho en el Diálogo Interamericano, un centro de análisis regional con sede en Washington, cree que todavía puede abrirse una negociación en el país con presión de la comunidad internacional.

“Maduro de alguna manera le hizo un favor a la democracia haciendo las cosas tan mal”, asegura Taraciuk en una entrevista con BBC Mundo.

Lo que sigue es una síntesis de la conversación con esta abogada y exdirectora para las Américas de Human Rights Watch que cubrió durante años Venezuela, el país donde nació de padres exiliados de la dictadura militar argentina:

¿Qué significado le das a la salida de Edmundo González de Venezuela?

Creo que es un reflejo de la escalada represiva en Venezuela.

Hay que entender el contexto en el que ocurre, con más de 2.000 personas detenidas arbitrariamente, más de 25 personas muertas tras las elecciones, con un nivel de Estado policíaco mucho más fuerte de lo que se había visto.

Y esto ocurrió un par de días después del incidente de la embajada argentina: el mensaje que envió el régimen de Maduro es que un opositor político no puede estar seguro ni siquiera en una embajada extranjera, cuando él estaba en ese momento en la embajada de los Países Bajos.

Entonces hay un miedo razonable de que pudiese terminar preso.

Y la conclusión fue que era más útil y libre afuera de Venezuela que preso dentro de Venezuela.

¿Qué pierde o gana el gobierno de Maduro con la salida del país del candidato presidencial que lo desafió en las urnas y dice haberlo derrotado?

Creo que el régimen está tratando de presentar esto como si fuese una victoria de desarticulación de la oposición.

Mi impresión es que esto es una movida en una partida de ajedrez, no un jaque mate.

Lo que hace es colocar a los actores en un lugar distinto. Pero el contexto es el mismo.

El régimen establece un resultado electoral que no ha podido probar, la oposición logró demostrar con actas oficiales que Edmundo González ganó las elecciones y la respuesta del régimen ha sido fraude y represión.

Maduro de alguna manera le hizo un favor a la democracia haciendo las cosas tan mal.

Se le ha hecho difícil inclusive a los gobiernos de izquierda que históricamente no se animaron a contradecirlo apoyar los resultados oficiales que anunció el gobierno.

El desafío que tiene la oposición hoy es rearticular su respuesta en la práctica, como dijo María Corina Machado que iban a hacer: Edmundo González luchando por la transición democrática desde afuera y ella desde adentro.

La vicepresidenta venezolana, Delcy Rodríguez, dijo que permitieron el traslado de González “en aras de la tranquilidad y paz política del país”. Y algunos evalúan que para el chavismo también era más conveniente tener al excandidato opositor fuera de Venezuela que preso. Entonces, ¿por qué esto no puede verse como una victoria para Maduro?

Porque hay un hecho que quedó en evidencia el 28 de julio: la gran mayoría de la población venezolana no lo quiere en el poder.

Y para eso es totalmente irrelevante si Edmundo González está desterrado, preso, en su casa o haciendo campaña política en Venezuela.

Lo revelador de lo que pasó el 28 de julio fue no solo fue la victoria opositora inclusive en zonas que tradicionalmente apoyaban al régimen, sino la capacidad de organización de la oposición para probar que ganaron.

Eso tomó por sorpresa al régimen y no cambia con Edmundo González afuera.

En un mensaje difundido este lunes, González dijo que salió de Venezuela “para que cambien las cosas” en el país y defendió una “política de diálogo” para el reencuentro de sus compatriotas. ¿Es posible en este escenario que haya algún espacio mayor para una negociación? ¿O por el contrario se reduce cada vez más ese margen?

Creo que el resultado de una dictadura pura y dura como Nicaragua en Sudamérica no es inevitable.

Hoy vemos que ese es el curso que ha tomado el régimen porque es lo que mejor sabe hacer: reprimir y aferrarse al poder brutalmente.

Para que un espacio de negociación pueda darse es indispensable que la comunidad internacional se despierte y se ponga las pilas, porque sin presión fuerte el régimen va a seguir pensando que puede hacer todas estas barbaridades sin ninguna consecuencia.

Lo que hace falta es una respuesta fuerte y coordinada por parte de la comunidad internacional donde le quede claro a Maduro que este camino que cree que es el mejor tiene un costo muy alto.

Muchos señalan que la figura principal de la oposición es María Corina Machado y que su permanencia en Venezuela mantiene incambiado el desafío Maduro. ¿Coincides?

Creo que María Corina Machado le ha dado una lección a más de uno que creía que ella era una radical incapaz de liderar a la oposición.

Lo que ha mostrado es una astucia política y un carisma que yo no veía en Venezuela desde que Chávez ganó popularidad.

Ella ha logrado conectar con la gente de una manera que la oposición no pudo hacerlo por muchísimo tiempo.

Y logró una legitimidad política en las primarias que obligó a la oposición a unificarse detrás de ella.

Son dos factores que la hacen una pieza fundamental para la oposición política venezolana.

¿Crees que el gobierno de Maduro podría ahora avanzar más decididamente contra Machado o eso sería un riesgo mayor que hacerlo contra González?

No tengo la bola de cristal y no sé lo que van a hacer. Creo que están dispuestos a todo, porque hoy creen que no tienen costo por lo que están haciendo.

Por eso me parece fundamental que haya un mensaje coordinado y consistente de la comunidad internacional sobre los costos que acarrea no solo lo que están haciendo, sino lo que podrían hacer.

¿Ves alguna señal de división dentro del chavismo en este escenario post electoral, de sectores del oficialismo dispuestos a reconsiderar su permanencia en el poder?

El poder en Venezuela hoy no es monolítico. Maduro no es Chávez: Chávez aglutinaba, Maduro compra lealtades. Esa fragmentación es una oportunidad.

El aumento de la presión internacional para generar condiciones que lleven a una negociación requiere dos caminos paralelos. Uno es dejando claro a los que hoy se aferran al poder que hay un costo para lo que están haciendo.

Por otro lado, son pocos los que están en una lista negra que a futuro les depara cárcel o exilio en un país que no sea democrático. Son los responsables de crímenes contra la humanidad, porque el derecho internacional traza una línea roja que no permite otorgarles impunidad.

La gran mayoría de la gente que está en el poder no son responsables de crímenes contra la humanidad. Y, siendo responsables de violaciones de derechos humanos, corrupción, narcotráfico y lavado de dinero, es posible ofrecerles garantías de rebaja de penas y beneficios procesales a cambio de pasos concretos para una transición democrática.

Por más que para muchos de nosotros esos beneficios sean moralmente desagradables, se enmarcan en el Estado de derecho. Y en el caso de las violaciones de derechos humanos, que cumplan con ciertos requisitos que establece el derecho internacional.

¿Qué más podría hacer la comunidad internacional para presionar al gobierno de Maduro hacia una negociación?

Hay distintas estrategias. Pueden imponer sanciones individuales a la cúpula del régimen y a sus familiares: eso les duele.

Se pueden poner sobre la mesa con mucha más fuerza las investigaciones penales a nivel internacional, tanto por violaciones de derechos humanos como por corrupción, narcotráfico y lavado de dinero, dejando claro que si siguen en este curso va a haber responsabilidad internacional.

Y tiene que quedar claro que con esta actitud pierden cualquier viso de legitimidad y acceso a ciertos mercados y organismos multilaterales que son fundamentales para que la economía de Venezuela no se desplome.

Varios países de América y Europa, y entidades como la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Unión Europea, han lamentado la salida de Edmundo González de Venezuela, por la que responsabilizan al gobierno de Maduro. Pero lo que planteas para aumentar la presión internacional requeriría una coordinación mayor. ¿Ves algún esfuerzo en ese sentido?

Conversaciones existen, porque hay esfuerzos en paralelo: por un lado los de Brasil y Colombia para entablar una conversación, la postura de Estados Unidos que amenaza con nuevas sanciones, la Unión Europea donde (el jefe de la diplomacia, Josep) Borrell ha sido muy claro en la cuestión electoral.

Hay esfuerzos incipientes, pero tiene que quedar claro que si esto no se soluciona la consecuencia es un Estado criminal en Sudamérica que va a generar un nuevo éxodo masivo de venezolanos. Es un tema de seguridad y de migración que le debería importar a la región y a EE.UU. por igual, más allá de los principios democráticos. Y debería haber un incentivo para una mayor coordinación.

¿Esperas algún cambio de postura de presidentes latinoamericanos de izquierda que han buscado mediar en la crisis venezolana, como el brasileño Lula, el colombiano Petro y el mexicano López Obrador?

Como decía antes, Maduro hizo las cosas tan mal que se la dejó difícil inclusive a esos tres presidentes para defenderlo.

Si bien han hablado sobre Venezuela con eufemismos, ninguno reconoció la victoria electoral de Maduro y siguen pidiendo en distinta medida una respuesta a esta crisis.

Hay que ver qué pasa con el cambio de gobierno en México a partir de octubre y cuál va a ser la postura de (la nueva presidenta Claudia) Sheinbaum.

Va a depender en gran medida de si EE.UU. logra articular con estos tres gobiernos, con los que tiene relaciones, para jugar un juego de cierto acceso para transmitir los mensajes adecuados con la amenaza creíble del costo que tiene continuar en este camino.

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