Comunidades indígenas de Gran Sabana exigen reforzar prevención sanitaria y ayuda alimentaria
En los últimos seis meses, el tráfico de gandolas cargadas de alimentos de Brasil hacia el sur de Venezuela es constante y diario. El cierre de la frontera Venezuela-Brasil no limitó esta movilización y la exposición a este tráfico de las comunidades indígenas que se encuentran en el borde de la troncal 10, la vía internacional que comunica con el gigante amazónico, es una de las principales preocupaciones. “Los gandoleros van y vienen y son los que pueden venir con la enfermedad”, dijo la capitana indígena de la comunidad San Ignacio de Yuruaní, Angelina Velásquez.
Los gandoleros pasan el límite fronterizo, cumplen con una serie de controles sanitarios y prosiguen su paso. En el enorme trayecto, se detienen a comer y descansar en algunas de las comunidades situadas en la vía, en donde algunos indígenas con negocios de artesanías y comida siguen laborando.
“Nosotros prácticamente vivimos en cuarentena porque no estamos en la ciudad, pero nos preocupa el tránsito de los gandoleros, gandolas, la gente que viene de Brasil pasan por las narices nuestras y algunos comerciantes nuestros están atendiendo”, explicó Gabriel Fernández, capitán de la comunidad pemón San Francisco de Yuruaní o Kumarakapay, en lengua indígena.
Este jueves, la comunidad discutía implementar una serie de medidas preventivas para aminorar el riesgo: que los funcionarios policiales apostados en el comando de la troncal 10 informaran a los conductores que no pueden bajarse de sus automóviles y que la compra sea entregada directo en el vehículo. “Nuestra preocupación son los comerciantes que están a la orilla de la carretera”, insistió.
Con información de CorreoDelCaroní